Anoche salí con un amigo y me preguntó qué había pasado con el blog... Le dije que le había puesto un fondo nuevo, que había quedado hermoso, pero que no había vuelto a subir ningún texto. ¿Al pedo, no?
Resulta que tenía un texto que amo, que no subía por vergüenza porque decía de mí mucho más de lo que quiero que sepan. Lo tenía guardado como un borrador en la casilla de correo, era casi un tesoro porque lo escribí en un momento en el que me dí cuenta de que tengo más amor del que creía. Hoy dije "Listo, lo subo" y cuando lo voy a buscar me acuerdo que ayer me bloquearon la casilla de Hotmail por quién sabe qué, y lo perdí (al menos por ahora).
La moraleja (más allá de los beneficios de un pen drive) es ésto que últimamente me viene haciendo mucho ruido en la cabeza: no es la primera vez que pierdo algo que de verdad quiero hacer por no animarme a enfrentarlo. En este caso por vergüenza, en otros casos por miedo o comodidad.
Mi profesor de impro me enseñó con teoría y práctica que el "Sí" abre puertas, que aceptar es la clave para construír historias. Nos crían de chiquitos diciéndonos "no toques eso"; "no te subas ahí"; "no te ensucies". El NO siempre es un buen camino porque no requiere ningún esfuerzo. Decís que no y ahí termina. En cambio al aceptar estás desatando responsabilidades, vas a tener que hacerte cargo de aquello a lo que accediste. La parte que no nos cuentan, y supongo que es por falta de experiencia es que siempre, pero siempre detrás del sí hay aprendizaje. Te arrepientas o no, vas a aprender.
A veces me pongo a pensar cómo hubiera sido la historia si los que la construyeron hubieran dicho que no a sus desafíos. También pienso en que si yo no lo hago, puede venir otro y hacerlo en mi lugar.
A pesar de que siempre digo que si quiero puedo dominar el mundo, me dio miedito subir un texto porque sentía que quedaba expuesta...
Entonces es momento de temer menos y animarse más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario